Nuestra salud intestinal es afectada por comer tarde o dormir poco. Recientes investigaciones apuntan que la alteración en nuestra rutina de vida puede interferir con nuestra buena digestión. Queramos o no, todos tenemos un horario para comer, hacer ejercicio, trabajar, actividades de ocio y dormir. Día tras día se repite así que adquirimos patrones periódicos que están interrelacionados con nuestra salud intestinal.
Los ritmos circadianos y la salud intestinal
Por lo general, durante el día nos mantenemos activos y una vez que ha llegado la noche se producen cambios fisiológicos que nos preparan para dormir. Es como un reloj interno que nos avisa que se va a producir un cambio en el organismo y que se prepara para despertarse, comer, dormir etc. A estos ciclos se les llama ritmos circadianos.
Los ritmos circadianos tienen que ver con los tipos de cambios físicos, conducta y mentales que se repiten día tras día. Los ciclos se hacen patentes cuando nos hemos quedado en una celebración hasta altas horas de la noche o hemos tenido días cargados de tarea sin siquiera poder dormir y sufrimos las consecuencias de pasarnos por alto el reloj interno.
Las alteraciones en nuestros ritmos naturales pueden desajustar nuestra salud intestinal pues está relacionado con cambios de humor, desorientación, aumento del estrés, problemas de memoria, falta o mala calidad del sueño y fatiga, entre otros. Así que la alteración de los ciclos circadianos afecta nuestro reloj interno.
¿Qué hay de las bacterias intestinales?
Comer tarde o dormir poco no solamente afecta el ritmo si circadiano, sino que también a nuestras bacterias intestinales que tienen sus propios biorritmos sincronizados con los de su huésped.
De allí que las perturbaciones en los ritmos biológicos impactan a la digestión y el metabolismo produciéndose un desajuste en la glucosa y el riesgo de aumento de la presión arterial, el peso, la regulación de las hormonas y favorecen la preferencia de alimentos ricos en azúcares y grasas saturadas.
Si comemos la comida del mediodía a las cuatro de la tarde provoca un desfase en nuestro reloj biológico, una interrupción del ritmo normal de la función intestinal lo que produce la alteración de la funcionalidad y composición de las bacterias intestinales.
Por el contrario, cuando comemos a las horas habituales podemos regular los relojes de los tejidos y órganos implicados en la digestión tales como el estómago, el hígado, el páncreas, el tejido adiposo y el intestino.
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